Las palabras imprudentes pueden herir. No solo influir negativamente en la autoestima de alguien, sino que moldear su destino.Si no lo crees,considera estos dos ejemplos: 1) Cierto día en un pequeño país a un monaguillo se le cayó el vino de la comunión. El cura que oficiaba la misa le dio una bofetada y le gritó "Vete y no vuelvas". Ese niño fue el General Tito, el brutal dictador comunista que gobernó Yugoslavia durante muchos años. 2) En la catedral de una gran ciudad a otro monaguillo se le cayó el vino de la comunión. El obispo oficiante se dirigió a el y le susurró de forma tranquilizadora: ' No te preocupes, un día tú serás un gran sacerdote'Ese niño llegó a ser arzobispo, cuyos sermones televisados tocaron a millones de personas.
Tus palabras pueden levantar o hundir a otros. Según Salomón; "Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina" Aquí hay una verdad que no nos gusta reconocer; lo que sale de nuestros labios,revela lo que hay en nuestro corazón; y nuestros "no quise decir eso"
no altera tal principio ni remedia el daño hecho. Alguien escribió; "Todos los días apuesto por el amor". No hay nada que me cueste más. Se me da mucho mejor competir, que amar,mucho mejor responder a mis instintos de ir a lo mio que tratar de amar a mi prójimo. He sido programado y entrenado para salirme con la mía. Y a pesar de todo eso tomo la decisión diaria de dejar a un lado aquello en lo que destaco y de esforzarme por hacer aquello que hago torpemente; abrirme a las frustraciones y a las dificultades de amar, atreviéndome a creer que es mejor no dar la talla en el amor que triunfar en el orgullo.
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