martes, 26 de enero de 2021

Fíate de la Palabra de Dios, no de tus sentimientos

                                ¿Recuerdas la historia de cómo Isaac bendijo a sus dos hijos cuando era ya muy anciano, casi ciego y cerca de la muerte?. Cuando Jacob el hijo menor, quiso la herencia de su hermano Esaú, que era el doble de la suya, su madre Rebeca, le ayudó a robársela. Así lo hizo: Esaú era muy velludo y Jacob lampiño. Entonces Rebeca cubrió los brazos y el cuello de Jacob con piel de cabra y le dio la ropa de Esaú para que se la pusiera. Cuando Jacob se presentó delante de su padre anciano pretendiendo ser su hermano, su padre le pidió que se acercara para poder tocarlo. Isaac le dijo que su voz era la de Jacob pero que al tocarlo podía sentir que era Esaú. Entonces decidió fiarse de lo que sintió y no de lo que oyó. La consecuencia fue que le otorgó a Jacob la primogenitura que le pertenecía a su hermano Esaú. En resumidas cuentas sus sentimientos le traicionaron.

                                  Ahora bien, sabemos que Dios tenía un propósito con todo esto. Sin embargo, no puedes fiarte de tus sentimientos, porque no siempre armonizan con la Palabra de Dios, y te pueden engañar. A lo mejor estás diciendo:' Mi familia me ofendió y no me hablo con ellos desde hace un año.' ¡Supéralo! Aprende a perdonar; no te quedes estancado en la ofensa; practica el amor. Si dejas que tus sentimientos gobiernen tu vida, acabarán destruyéndote. Los sentimientos son como niños malcriados; cuanto más les consientes, más te controlan. No tienes que reprimir tus sentimientos, ni negarlos, pero tampoco debes dejar que ellos te controlen y gobiernen. 

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