martes, 7 de octubre de 2014

Señor, ¿Dónde estás?

                                                 ¿Sientes cómo que Dios no está respondiendo a tus peticiones? El patriarca Job se sintió también así: "A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes;me hago presente pero tú apenas me miras...Cuando esperaba lo bueno,vino lo malo; cuando buscaba la luz, vinieron las sombras" Todos pasamos épocas en las que parece que Dios se haya mudado de casa y no nos ha dejado la nueva dirección. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no responde? Cuando Dios está en silencio aprendemos algunas cosas: 1) El silencio no es ausencia. Un proverbio dice: "Somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras". Tienes que sentir mucha confianza con alguien para  sentarte a su lado en silencio. El silencio quita la importancia de las palabras y crea un grado de intimidad donde ya no son necesarias. Si quieres sentirte cómodo con Dios aprende a meditar y estar en silencio. 2) El silencio prueba tu fe. ¿Cuanta fe se necesita para creer en alguien que te está dirigiendo paso a paso? Es como un padre que corre al lado del hijo que está aprendiendo a montar en bicicleta. Al principio el niño no está seguro, pero sería muy extraño si a la edad de 25 años el padre todavía siguiera corriendo a su lado. Hay momentos en los que Dios quita las manos del manillar para ver como has progresado. Y al principio andamos muy tambaleantes. Pero es ahí donde muestras cuánto has progresado y en quien has puesto tu confianza

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