martes, 3 de febrero de 2015

"...¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel..."

                                                   Alguien describe tres actitudes que la gente tiene hacia su trabajo. Hay un grupo de personas para quien el trabajo no es más que eso, un empleo, una forma de hacer dinero y pagar las facturas. Como decía la pegatina de un automóvil "Debo mucho dinero, asi que tengo que ir a trabajar". Pero si lo único que importa es lo que puedes sacar de tu trabajo, acabarás amargándote. El segundo grupo ve a su trabajo como una carrera. En este caso la motivación va a ser mayor, pero se hará incapié nada más en progresar y tener prestigio. Significa, entonces, que si tu carrera no va bien , puedes pensar que tu valía está en entredicho. El tercer grupo ve su trabajo como un llamamiento.
                                                      Ahora bien, por lógica, si hay un llamado significa que alguien llama ¿no? Ese alguien es Dios. Tú no eres el que llama, si no el que es llamado, y cualquier trabajo que repercuta para bien y que sea de bendición para otros y cumpla los propósitos de Dios es un llamamiento. Es posible que un médico o un clérigo vean su trabajo como un mero empleo, un medio de ganar un buen sueldo. Y es posible también que un barrendero ocnsidere su labor - hacer del mundo un lugar más limpio- como un llamamiento. No le estamos quitando importancia a quienes están en los púlpitos y predican; estamos dándole mayor relevancia a los que sirven a a Dios 40 horas a la semana en otros muchos campos laborales. La clave es ésta: si el trabajo se hace bien, ambos grupos oirán el elogio del Señor: "...Hiciste bien, siervo bueno y fiel....". 

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