lunes, 3 de junio de 2024

Dios no desperdicia ninguna experiencia

                               Ninguna experiencia está desperdiciada si sabes usarla para bien. Dios puede usar todo lo que te ha sucedido para convertirte en la persona que Él quiso que fueras. Moisés creció en un lugar de acogida. Como hijo adoptivo de la hija del faraón pasó cuarenta años aprendiendo el lenguaje y las costumbres de los egipcios. ¿Qué mejor preparación para entender a tu enemigo que crecer en medio de él? Pero Moisés necesitaba también aprender unas lecciones personales. Así que Dios lo llevó al desierto durante otros cuarenta años para ser pastor de ovejas. El nieto del faraón se convirtió en un humilde pastor. Nada te humilla tanto como tener que realizar un trabajo para el que estás demasiado cualificado, sobre todo cuando te encuentras por ahí por culpa tuya. Pero durante estos años viviendo en la pobreza Dios le enseñó a Moisés a identificarse con los que sufrían.

                                Por fin a la edad de ochenta años estuvo listo para cumplir su llamado. "El Señor....lo llamó de en medio de la zarza:--¡Moisés, Moisés!....". En el lugar menos pensado Dios se manifestó a Moisés y le reveló su misión como libertador de Israel. Y aunque tenía gran temor y alegó todo tipo de excusas y objeciones acabó llevando a cabo una obra excepcional. Observemos que los ochenta años de formación no fueron desperdiciados. Los cuarenta años de palacio lo capacitaron para tratar con el faraón  y  los otros cuarenta como pastor lo prepararon para dirigir al pueblo en el desierto rumbo a su destino. Por lo tanto, aunque preferirías estar en un lugar distinto al que te encuentras ahora, recuerda que con Dios ninguna experiencia queda desperdiciada. Él usará todo para tu bien y para Su gloria. 

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