martes, 17 de diciembre de 2019

La integridad (1)

                                         Con el fin de protegerse de las hordas barbáricas procedentes del Norte, los chinos construyeron la Gran Muralla China. Era tan alta que nadie podía trepar por ella y tan ancha que nadie podía penetrarla, así que se relajaron y se dispusieron a disfrutar de la vida. No obstante durante los siguientes cien años después de la construcción del muro, China fue invadida tres veces. En ninguna de las tres ocasiones el enemigo intentó destruir la muralla ni escalarla; sólo tuvieron que sobornar al que guardaba sus puertas y entrar por ellas. Los que edificaron la muralla habían depositado su confianza en la robustez de la misma, pero pasaron por alto enseñar integridad a sus hijos. Por consiguiente, éstos crecieron sin principios morales y espirituales que los guiaran. ¿Has visto alguna vez caer un gran árbol mientras otros alrededor permanecen en pie? ¿Cómo se entiende que la misma tormenta que no causa efectos en unos pueda destruir a otros? La clave la encontramos en las raíces.
                                         Cuando se trata de desarrollar la integridad, hay unas preguntas que te deberías hacer con frecuencia: 1) ¿Soy el mismo, esté con quien esté? 2) ¿Estoy dispuesto a tomar decisiones que beneficien a los demás, aunque escoger otra alternativa sería más provechoso para mí? 3) ¿Se puede contar conmigo, sabiendo que voy a cumplir los compromisos adquiridos con Dios, conmigo mismo y con los demás? ¿Puedes decir como el salmista: Júzgame Señor, porque yo en integridad he andado..." La vida es como un vicio: a veces te exprimirá. Y en esos momentos, saldrá lo que hay dentro de ti. Crearte una imagen  y seguir tus propios intereses prometen mucho pero producen poco, sin embargo la integridad nunca decepciona. Por ello esfuérzate po conseguirla.

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