martes, 9 de abril de 2024

La importancia de los monólogos internos

                          El capítulo tres del libro de Lamentaciones describe cómo podemos sumirnos en la desesperación y cómo podemos superarlo. La caída en picado de Jeremías empieza en el primer versículo: "Yo soy aquel que ha sufrido la aflicción..."  y llega a convertirse en una terrible obsesión con sus problemas. Cuando las circunstancias se deterioran, nuestros monólogos se parecen mucho a los de Jeremías. Este culpó a Dios de sus síntomas físicos, de su angustia y del sentirse atrapado. Se repetía en su mente que Dios no le había respondido a sus oraciones y creía que era objeto de escarnio público (síntomas típicos de la depresión). No es de sorprender que se sintiera desamparado y desesperado. Esos pensamientos desencadenan e intensifican la desesperación y la depresión y alimentan el negativismo.

                           El momento crucial para su recuperación llegó cuando Jeremías modificó su discurso interno: "Algo...me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza". Cambió su forma de pensar al recordar la bondad de  Dios y Su misericordia: "El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!". Cuando cambies la forma de pensar  cambiará el estado de anímico. No ocurre automáticamente; tienes que dirigir los pensamientos deliberadamente hacia otras cosas en el momento cuando menos sientes hacerlo. Notemos algo: las circunstancias de Jeremías no mejoraron, pero sí su forma de entenderlas. Una serie de pensamientos alentadores fue el detonante que le hizo cambiar su discurso negativo y escapara de la depresión: " Mi porción es el Señor, por lo tanto,, en Él esperaré" dice mi alma". ¡Por eso son tan importantes tus monólogos internos! 

                              

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