Alguien escribe: "Cuando estaba en el Instituto, había un chico que se llamaba Andrés...era el típico niño rarito y empollón; gordito...con gafas gruesas...la piel tan blanca que parecía que nunca le hubiera dado el sol. Un día un grupo de chicos empezó a acosarle y a burlarse de su aspecto....Yo pude ver el dolor en su mirada y sabía que tenía que decir a los otros que lo dejaran en paz. Sin embargo, no perdí la oportunidad de unirme a la multitud y añadí también más insultos; hasta que lo hicimos llorar...Yo sabía en mi interior de que había hecho algo terrible....Pero a veces la sensación de "seguir a la multitud" es tan fuerte que sucumbimos ante ella. Anhelamos tanto ser aceptados, que llegamos a hacer lo que sabemos que está mal para caerle bien a otros. Y esto no es algo que suceda únicamente entre los adolescentes inseguros de secundaria, sino que ocurre en todas las etapas de la vida, y todos estamos sujetos a ello.Cuesta mucho destacarse entre la multitud".
A Jesús no le importaba el qué dirán. Hasta sus detractores lo reconocieron: "Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro y que...no te dejas influir por nadie..." Saber quien eres en Cristo te libera de la necesidad de impresionar a nadie. Pablo recomienda: " No permitáis que el mundo os moldee, sino dejad que Dios transforme vuestra mente para demostrar en la práctica. que el plan que Dios tiene para vosotros es bueno". Ser criticado es doloroso, pero es mucho peor abandonar el curso que Dios te ha marcado, en busca de aceptación.Llega un momento en que tenemos que preguntarnos: ¿Cuánto estoy dispuesto a perder para poder ser aceptado?' ¿Eres capaz de soportar las presiones? ¿Puedes ser como Nehemías que declaró: "...Estoy ocupado en una gran tarea, así que no puedo ir..."
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