Como general del ejército sirio, Naamán estaba acostumbrado a que las cosas se hicieran a su manera, Por eso, cuando Eliseo le mandó sumergirse siete veces en el cenagoso rio Jordán, "se enojó mucho y dio media vuelta para irse". Se cuestionó por qué no sumergirse en ríos más limpios o por qué no le podía imponer las manos el profeta y sanarlo. Por suerte, hizo caso a sus siervos, se tragó su orgullo y recibió un milagro. De aquí extraemos enseñanzas vitales. Ya que todo progreso requiere adaptarse a los cambios y superar los obstáculos, pregúntate: 1) ¿Cuál es la raíz del miedo y del enojo que siento por esta situación ? ¿Tengo miedo de lo que no conozco y de los cambios que eso podría conllevar? 2) Estoy siendo inflexible y trato de imponer mi voluntad y deseos en esta circunstancia? ¿Voy a renunciar a la voluntad perfecta de Dios por resistirme a un cambio que Él está disponiendo? Muchos nos perdemos lo mejor de Dios, porque igual que Naamán, estamos acostumbrados a que nos atiendan y nos mimen. Si la atención la recibes tú, ya no queda lugar para Dios. ¿Te ves reflejado en esto?.3) ¿Estoy siendo perezoso o incompetente, sin intención de invertir el tiempo y el esfuerzo necesarios para que se produzca una trasformación? No crecerás a menos que estés dispuesto a cambiar. Y si no creces, no llegarás al punto de recibir la bendición que Dios tiene preparada para ti. Alguien afirmó: "El mundo odia el cambio, a pesar de que es lo único que trae progreso". Pídele a Dios hoy mismo que te dé la fuerza emocional y espiritual para aceptar los cambios que trae tu vida y para que te ayude a verlos como algo beneficioso.
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