miércoles, 23 de septiembre de 2015

"...Si puiéramos dominar la lengua..."

                                                          Cuando estás disgustado, es muy tentador sacar a la luz los "trapos sucios" de los demás. Pero dar una buena imagen a expensas de otros siempre es contraproducente. Un escritor cristiano observa: Ese sentimiento de falsa rectitud  enseguida se convierte en vergüenza antes de acabar de hablar, de colgar el teléfono o de presionar la tecla de "enviar"...No puedo hacer suficiente hincapié en lo crucial que es controlar la lengua. Ojalá alguien me hubiera aconsejado dejar de hablar para empezar a orar. Una mujer llamada Michelle aprendió la lección a las duras. Estaba comiendo con una compañera en un restaurante y fueron al servicio. Mientras se peinaban empezaron a hablar de personas de la oficina que les hacían la vida imposible. Inmediatamente Michelle lanzó toda una diatriba en contra de Beth, una compañera que no tenía ni idea de cuántos problemas causaba al resto del equipo.
                                                            Michelle se disponía a dar más detalles cuando de repente se abrió la puerta de uno de los servicios y de ahí salió Beth, roja y dolida. En un segundo, lo que parecía ser una sesión para aliviar la tensión se convirtió en una situación muy embarazosa...Beth salió corriendo, llorando, y Michelle no pudo retractar las palabras que había dicho. Beth no volvió al trabajo y al día siguiente dimitió. Aunque los otros compañeros celebraron abiertamente lo que pensaban eran buenas noticias, Michelle se quedó muy triste...Intentó llamar a Beth y hasta le mandó una carta pidiéndole perdón, pero no hubo respuesta.Y lo que es peor, Michelle era cristiana y Beth no. Trata a los demás como quieras ser tratado. Lo que se siembra se cosecha y el cotilleo te perjudicará más tarde.       

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