martes, 15 de enero de 2013

Dios se complace en tu obediencia

                                                                                                        Alguien escribe: Esta noche estoy sentada en el porche con mi viejo perro pastor alemán tendido a mis pies, con unos truenos retumbando en la distancia. Al acercarse la tormenta . el perro corre al jardín que está enfrente de la casa para pelearse furiosamente con ella. Cuando pasa el temporal, se vuelve al porche, convencido de que la ha ahuyentado. Es un perro entrenado cuidadosamente para labores de búsqueda y rescate, ataque y obediencia. Las primeras dos actividades pueden resultar muy útiles en estas montañas. Sin embargo, no me puedo imaginar una ocasión en la que le daría la orden de atacar. Pero un perro bien entrenado puede intuir hostilidad o detectar un arma(incluso algo que se le parezca), en cuyo caso una persona sabia debería quedarse totalmente quieto, sin mover un solo dedo.Pero es el entrenamiento en la obediencia lo que produce un verdadero placer: pararse, sentarse, tumbarse, irse, buscar algo, quedarse o ponerse sobre dos patas. Un perro desobediente no sólo es un "dolor de cabeza" sino un gran inconveniente. La obediencia hace que un perro sea una gran alegría.¿ y no lo es menos entre Dios y sus hijos ? Conozco a algunas personas que han sido entrenados para atacar; no vamos a mencionar nombres. Es posible que hayas oído hablar de algunas, y son verdaderos expertos en ello. También están los que están entrenados para buscar y rescatar. Y hay aquellos que han sido entrenados para obedecer. Pienso que esto, más que cualquier cosa, es lo que mayor placer le produce a Dios: la sencilla, alegre, entusiasta e incondicional obediencia. Ser competente para decir  "... me deleito en hacer tu voluntad, Dios mio..."  sería el nivel más alto que se puede tener.      

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