jueves, 27 de noviembre de 2014

"Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta"

                                                    ¿Alguna vez has intentado conversar con un niño de dos años? Cuando vas a mitad de la frase, decide que es un buen momento para jugar con sus juguetes o perseguir al perro por la casa. A veces tratamos así a Dios. Le damos unos minutos apresurados y nos acordamos un poco de Él aquí y allá pero no le dedicamos un tiempo ni buscamos un lugar para prestarle plena atención. Nos olvidamos de que el lugar de oración es también el lugar de la respuesta a la oración. Nuestro problema es "la guerra de los pensamientos y de las divagaciones". Cosas olvidadas de repente "desfilan" por la mente requiriendo nuestra atención.
                                                     ¿Qué podemos hacer? 1) Ora en voz alta. Asi le cuesta más a tu mente divagar. Quizá te sientas incómodo al principio, pero enseguida te acostumbrarás. 2)Anota los pensamientos que te distraen. Cuando te vayan llegando otras ideas a la mente , escríbelas y olvidate hasta más tarde. Y si no consigues dejar de pensar en algo, preséntaselo a Dios en oración. 3) Ten un diario. A veces no sabemos qué queremos o como nos sentímos respecto a algo hasta que lo ponemos por escrito. Entonces, como si fuera un espejo, ves tus necesidades y tus ansias más profundas delante de ti, y de Dios. Háblale de tus anhelos y deja que Él los purifique. Menciónale tus tentaciones y deja que Él te fortalezca. Cuéntale tus rencores y deja que Él te perdone y te ayude a perdonar a otros. No hay mayor privilegio que la oración, así que no la descuides. 

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