Al considerar el tema de decir la verdad, veamos dos ejemplos: 1) Cierta mañana una madre se encontraba de compras cuando se encontró con su hijo en el centro comercial. Enfadada y alarmada, segura de que este había hecho novillos, exigió saber porque el chico no estaba en clase. Escuchó con paciencia las explicaciones de su hijo y respondió: ' No te estoy acusando de que mientas, solo que nunca he oido de un colegio que deje libres a los alumnos por buen comportamiento' 2) Un dentista con una jeringuilla hipodérmica en la mano le dice al paciente sentado en la silla: 'Va a sentir un pequeño pinchazo. Pero es posible que también sienta como que una mula le ha dado una patada en la boca'. Nos hace gracia, pero la moraleja de estas dos anécdotas es clara: a veces la verdad duele--pero no tanto como la mentira--.
Cuando dices la verdad a alguien porque no quieres herir sus sen timientos, te arriesgas a herirlos mucho mas. La verdad es como un espejo; hace que tus allegados se vean como son y así puedan hacer los cambios y ajustes necesarios. Sin embargo, cuando no les dices la verdad acerca de tí mismo te arriesgas a comprometer tu credibilidad. Y una vez que la pierdes se necesitará mucho tiempo para recuperarla, si es que llega a ocurrir. Por eso dice la Biblia: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por los otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho". Cuando te abres y compartes tus luchas, estás dando lugar a que otros hagan lo mismo; los dos os beneficiáis del proceso. La palabra para tí hoy es, entonces: di siempre la verdad.
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