Cuando hablamos de belleza, tenemos que tener la perspectiva correcta: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible..."
El departamento de relaciones públicas de una empresa de cosméticos pidió al público que enviara fotos con una nota describiendo a la mujer más hermosa que conocían . Se recibieron miles de cartas. Una de ellas llamó la atención de los empleados y se la pasaron al presidente. La había escrito un niño de un hogar roto que vivía en una barriada pobre. Con muchas faltas de ortografía la carta decía así: "Hay una mujer hermosa que vive al final de mi calle. La visito todos los días. Me hace sentir como que soy el niño más importante del mundo. Jugamos a las damas y me escucha cuando le cuento mis problemas. Ella me comprende bien y al irme siempre me grita desde la puerta que está orgullosa de mí" El niño acaba su carta diciendo: "Esta foto demuestra que es la mujer más bonita del mundo y espero tener un día una esposa tan hermosa como ella". Con gran intriga, el presidente pidió ver la foto de la mujer en cuestión. Su secretario le entregó la foto de una mujer anciana desdentada, sonriendo, sentada en una silla de ruedas. Llevaba su pelo gris y ralo recogido en un moño. Las arrugas que formaban marcados surcos en la cara eran disimuladas por la chispa que había en su mirada. 'No podemos usar a esta mujer' dijo el presidente, sonriendo. 'Porque demostraría al mundo que no son necesarios nuestros productos para ser hermoso'.
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