viernes, 19 de septiembre de 2014

"...Vuestro trabajo en el Señor no es en vano"

                                                             El auténtico siervo de Dios se contenta con trabajar en el anonimato. Sabe que Dios recompensará públicamente en el cielo a personas de las que nunca hemos oído hablar: tutores de niños con enfermedades mentales, personas que limpian cuando alguien es incontinente, enfermeras de pacientes de SIDA, todos ellos entregaron sus vidas de mil maneras sin que nadie lo percibiera.
                                                              Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra necesitó incrementar su producción de carbón, Winston Churchill llamó a los capataces de los trabajadores. Les pidió que se imaginaran el desfile de la victoria que tendría lugar en Piccadilly Circus al finalizar la guerra. Los primeros en desfilar serían los soldados de la marina que hicieron posible los accesos marítimos.Luego vendrían los soldados que venían de Dunquerque y derrotar a Rommel en África. A continuación estarían los pilotos que aniquilaron a la fuerza aérea alemana. Por último desfilaría una multitud de mineros con ropas manchadas de sudor y la suciedad de la mina
llevando sus típicas gorras. Alguien de la multitud gritaría: "¿Donde estabais vosotros en los días cruciales de la guerra?" Y de diez mil gargantas al unísono saldría la respuesta: "Estábamos en el corazón de la tierra con nuestras caras frente al carbón"
                                                                 No todos los trabajos son prominentes o atractivos. Pero aquellos que sirven a Dios con sus caras "frente al carbón" desempeñan un papel fundamental a la hora de cumplir Sus propósitos en la tierra. 

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