jueves, 6 de diciembre de 2018

Ejerce dominio propio, pero sin ser dominante

                                                 Existen dos clases de personas: los dominantes y los que tienen dominio propio. ¿ En que grupo te encuentras? Vamos a averiguarlo: El dominante cree que todo es "un ataque del enemigo", o le echan la culpa a los demás  o a las circunstancias; reaccionan con queja y resentimiento y suelen proyectar bastante frustración . Siempre intentan manipular a los demás  y de usar las circunstancias para su propio provecho. Pero las personas y las circunstancias por lo general no se someten a nuestro control, por lo tanto sus tentativas  sólo consiguen aumentar su dolor y hacer que las relaciones con los demás  se conviertan en una guerra de voluntades. Cuanto mas dominan y controlan, peor se sienten y más tratan de controlar.  No aceptes vivir de esa manera.
                                                   Las personas con dominio propio entienden que el enemigo no puede hacerles nada a menos que ellos se lo permitan y que no tienen que ceder ante él. Entienden que el problema no está ni en la gente ni en las circunstancias, sino en como se reacciona entre ambos. Por consiguiente la actitud de estos ùiltimos en tener siempre presentes tres cosas: 1) La única persona a la que tengo que dominar soy yo. 2) A veces tengo que entregar a Dios las circunstancias y las personas de mi vida y dejar que Él se ocupe de ellas. 3) Tengo que recibir diariamente la fortaleza del Espíritu Santo para poder controlar mis reacciones y poner en práctica los principios bíblicos del "dominio propio", los cuales harán que esté  en control de mi vida. Estas personas evitan en entrar en el juego de ver quien tiene la culpa, no se castigan a sí mismos ni hacen de sus relaciones un campo de batalla. Sabiendo que: "el fruto del Espíritu es...dominio propio",  entienden que el Espíritu Santo no los va a ayudar a manipular las circunstancias, sino que les dará fuerza para dominarse a sí mismos. Las personas llenas del Espíritu dejan de ser parte del problema para llegar a ser parte de la solución que Dios propone.     

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