miércoles, 25 de marzo de 2015

"...Tú Señor, me ayudaste y me consolaste"

                                                    Aquí tienes dos áreas más en las que Dios quiso que florecieras cuando te creó: 1) Tus relaciones personales: Muchas veces tu yo languidecente se encuentra en apuros en sus relaciones con los demás. No aplicas disciplina en lo que dices cuando recurres al sarcasmo, a la murmuración y a la adulación. Te aislas, dominas, atacas, te retraes, mientras que tu yo floreciente trata de bendecir a los demás, quienes te imparten vitalidad. Estás dispuesto a revelar lo que piensas y sientes, de tal modo que los invitas a que se abran. No te cuesta reconocer tus errores y perdonar sin condiciones.
                                                        2) Tus experiencias: Dios te hace madurar porque quiere usarte en los planes  que tiene para redimir Su mundo, por eso mismo Él te expone a otras experiencias. Tu yo floreciente desea colaborar. Vives con la sensación de que tienes un llamado. Tu deseo interno de llegar a ser todo lo que debes ser es un pequeño eco del deseo que tiene Dios tiene de comenzar una nueva creación. Los rabinos llamaban a eso  tikkun olam,  "reparar el mundo" . Si sólo piensas en ti tu vida es tan insignificante como un grano de trigo. Pero si le das ese grano a Dios es como si lo plantaras en tierra fértil y pasa a formar parte de un proyecto mucho mas ambicioso. Jesús dijo: "...Si un grano de trigo no cae en tierra y muere, seguirá siendo un único grano. Pero si muere, producirá fruto abundante. Quien vive preocupado...por su vida, terminará por perderla; en cambio, quien no se apegue a ella...la conservará para la vida eterna".

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