miércoles, 15 de marzo de 2017

El problema de la envidia

                                                   Un consejero apuntó: " La envidia es como un balancín. Cuando nos montamos en él, nuestro lado pesa más, mientras que el foco de nuestro descontento se eleva dejándonos abajo. En ese desequilibrio, siempre quedamos por los suelos. La envidia nos aboca a la auto compasión y a la ingratitud...Estamos tan obsesionados con nuestra insatisfacción que nos es imposible disfrutar de lo que tenemos o hacemos. La envidia nos conduce a la amargura, al resentimiento y a la hostilidad. No es de extrañar que la palabra envidia venga de la palabra latina  invidere que significa "mirar con malicia"...Eres una criatura singular, con capacidades únicas, con un ritmo y destino especiales... no tiene ningún sentido que te compares. Considera con sinceridad y gratitud a todas la capacidades, bienes y bendiciones que Dios te ha dado. Verás cómo esto te ayuda a sentirte satisfecho con lo que tienes y con quien eres".
                                                     No permitas que la envidia te arrebate otro segundo de tu felicidad.Siempre que esta te hace compararte con los demás, te quedas corto, te vuelves cínico y nada de lo que hace te satisface. La envidia te lleva a sospechar de los motivos de los demás, incluso cuando se preocupan de verdad por ti. Te cuesta aceptar que su amistad sea genuina y por eso te distancias y terminas haciendo nuevos amigos. ¿Cual es la solución? El antídoto para el veneno de la envidia es la aceptación y la gratitud. Se trata de aceptar que es Dios quien está al mando y de aprender a estar agradecido por todas las bendiciones que te rodean. Recuerda poner "al servicio de los demás el don que (hayas recibido).   

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