Cuando el directo de cine Stephen Spielberg era una adolescente flacucho, se convirtió en el blanco de un matón. Harto del constante acoso ( descrito después como un "infierno") decidió halagar al matón diciéndole que se parecía a John Wayne y que debería plantearse hacer de héroe en una película de ocho milímetros sobre la II Guerra Mundial que estaba pensando rodar. Una vez que Spielberg lo equipó y lo incluyó en el reparto como jede fe escuadrón, pudo hacer de él lo que quiso. Las personas emocionalmente sanas, a diferencia del matón de Spielberg, sólo apreciarán los elogios sinceros que se hayan ganado. Y pueden detectar los cumplidos que responden a segundas intenciones o para ganarse su favor.
Es curioso constatar que la mayoría tendemos a desaprobar a quien hace cumplidos sin ningún motivo aparente. Eliú, amigo del patriarca Job, dijo: "No favoreceré a nadie ni halagaré a ninguno; Yo no sé adular a nadie; si lo hiciera, mi Creador me castigaría". Y el salmista afirma: "El Señor cortará todo labio lisonjero...". ¿Merece la pena halagar y luego ser cortado de la bendición de Dios? Cuando te acostumbras a los halagos o eres susceptible a ellos, es evidente que te falta fe en creer que Dios es capaz de darte favor ante los demás. El favor es un beneficio derivado de estar en paz con Dios. "Tu, Señor, bendecirás al justo como con un escudo lo rodearás de Tu favor".
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar