Cuando el Presidente de los EE.UU. Jefferson Davis le pidió al general Robert E.Lee su opinión sobre cierto oficial, este le dio un informe brillante. Otro de los oficiales asistentes quedó perplejo por sus palabras y le señaló a Lee: 'General, ¿sabe que el hombre que usted habla tan bien al Presidente es uno de sus enemigo más implacables y nunca pierde la ocasión de criticarle a usted?'. Lee respondió: Lo sé, pero el Presidente me ha preguntado qué opino yo de él, no que opina él de mí'.
Hablar bien de un adversario requiere carácter, compasión y valor, pero cuando lo haces, suceden tres cosas buenas: 1) Aumentas tu propia valía. Demuestras que eres capaz de elevarte por encima de las críticas, al conferirle halagos a otro. 2) Aplacas las críticas del enemigo. Cuando los demás oyen lo bien que hablas de alguien que te critica, y además te desdeña, crece el respeto que sienten por ti y te ven con otros ojos. 3) La gente te percibe como alguien imparcial y generoso. No cuesta demasiado responder bien a los críticos, pero se necesita el carácter de Cristo para poner la otra mejilla y bendecirlo. Jesús dijo: " ...Haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra... Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así haced vosotros con ellos". Quizás pienses que es mucho pedir. Es el grado de exigencia que Jesús estableció, lo practicó toda Su vida y te pide que lo apliques hoy.
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