martes, 15 de octubre de 2019

El cielo es tu hogar

                                              Cuando se es joven, el cielo no nos atrae mucho. Tenemos demasiados sueños por delante, como enamorarnos, casarnos, tener hijos, una carrera, etc. El envejecimiento es la manera divina de hacernos pensar en el hogar celestial. ¿Y que hay de la muerte? Los cristianos no mueren; son plantados. Escribe Pablo: "Así también sucede con la resurrección de los muertos...se siembra en  corrupción, resucitará en incorrupción...se siembra en debilidad, resucitará en poder". Alguien escribe: "El mundo es pobre porque su tesoro está escondido en el cielo y todos los mapas del tesoro son de la tierra".
                                               Se cuenta la historia de un periquito llamado Putsy. Se extravió y cuando nadie lo reclamó, la Sociedad de Protección de Animales se lo dió a Susana. Y en seguida se hicieron buenos amigos. Un día, el pájaro hizo algo increíble; colgado a los hombros de su nueva dueña le susurró al oído una dirección postal, con todos sus datos. Susana no daba crédito a sus oídos. Pero descubrió que la dirección existía y allá se dirigió. En la casa vivía John. '¿Tiene usted un periquito?' preguntó: 'Tenía uno, pero ya no, y lo echo mucho de menos.' Replicó el señor. Cuando vió a Putsy, no podía contener la alegría
'¿Le digo una cosa?' Se sabe hasta el número de teléfono' le dijo el hombre. Esta anécdota no es tan increíble como parece. Todos nosotros llevamos dentro una dirección. Dios "...ha puesto eternidad en el corazón del hombre..." En el fondo de nuestro corazón sabemos que todavía no hemos llegado a casa, por lo tanto debemos procurar no vivir  como si ya estuviéramos allá. No, no hemos llegado aún, porque "nuestra ciudadanía está en los cielos...". 

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