Después de un largo, frío y lluvioso invierno, por fin podemos esperar unos días más largos, más horas de sol y una explosión de vida manifestada en la naturaleza con el despertar de las flores, los pájaros y los insectos. La primavera es una estación que nos habla de renovación. Una de las definiciones del diccionario español de renovar es "dar nueva energía a algo, transformarlo" y otra, "sustituir una cosa vieja, que ya ha servido, por otra nueva".
En nuestras vidas también necesitamos esa renovación, porque la vida es un proceso en el que Dios nos va renovando y transformando a diario. No fuimos creados para quedarnos estancados, sino para progresar. Aveces pasamos por inviernos demasiado largos, pero en medio de ese proceso, somos como las semillas que mueren durante un tiempo para luego dar mas fruto.
Ahora bien,si tomamos el cuerpo humano, el proceso de renovación parece que se hiciera al revés, es decir, cada vez nos deterioramos más. Envejecer es algo inevitable. Aunque no nos guste, todos hemos de pasar por ello (y es una bendición llegar ahí). Sin embargo, si lo vemos desde la perspectiva divina, eso no debería preocuparnos, sino que deberíamos alegrarnos de cumplir años y de ir madurando y acercándonos más a la vida eterna.
La Biblia dice: " Por tanto, no demayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva día a día , pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros una cada vez mas excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas". Es decir, aunque nuestro cuerpo se desgaste, el ser interior, el que no se ve, se debe renovar todos los días.
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