La Biblia dice: "No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes por sus reprensiones; porque el Señor corrige a quién ama, como un padre corrige a su hijo..." . Puesto que Dios te ama, cuando ve cosas en tu vida que podrían dañarte a tí o a otros, trata con ellas. Escribe Pablo: "Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios...". Dios tratará contigo con suavidad, pero si no escuchas, lo tendrá que hacer con severidad; porque ha invertido demasiado en ti para dejarte fracasar. No sólo Dios nos confronta, sino que también espera que nos confrontemos los unos a los otros cuando algo está mal. Pablo se enfrentó a su consiervo Pedro, delante de creyentes judíos y gentiles, porque el asunto era clave para el éxito de la misión de ambos.
La confrontación saludable da como resultado seis beneficios: 1) Aclaración. Llegas a entender mejor a la persona y a lo que ha ocurrido. 2) Cambio. Lo ideal es que se produzcan cambios a raíz de eso--y quizás el cambio tenga que ver contigo-- 3) Mejora de la relación. Si se maneja correctamente, la confrontación profundiza la relación con otra persona. 4) Pureza. Cuando se da a conocer la situación , la organización se purifica y se toma las cosas más en serio. 5) Respeto. La gente apreciará y respetará más tu liderazgo. 6) Seguridad. Tus subordinados se sentirán más seguros sabiendo que eres lo bastante fuerte como para llamarles la atención cuando sea conveniente. Las personas quieren dirigentes que digan: 'Cuando surja un problema trataré con él directamente y con prontitud y respeto. Ayudaré a rectificar la situación para que nos volvamos a encaminar'.
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