jueves, 21 de diciembre de 2023

Lo que Dios promete a los hijos pródigos (1)

             Hay algo interesante y poco conocido sobre la historia del hijo pródigo. Como explicó un pastor, las familias judías que vivían en pueblos pequeños eran comunidades de lazos fuertes y estrechos y se conocían bien entre ellas. Así que cuando sucedía algo inesperado, se corría la voz muy rápido. El que el hijo menor pidiera la herencia era como decirle a su `padre: 'Tengo ganas de que te mueras. Quiero ahora lo que me pertenece' Era algo inaudito. El joven se alejó del hogar, se olvidó de los valores que le habían inculcado y despilfarró su herencia en fiestas y prostitutas. La consecuencia fue que acabó indigente y trabajando en una pocilga. Imagina el estigma que eso suponía para un judío. Después de haber roto el corazón de su padre y de haber desobedecido las normas de la comunidad, decidió volver a casa. Y ahí fue cuando el padre "corrió" a su encuentro.

              Aquí tienes el porqué. Si hubiera llegado hasta la casa paterna después de caer tan bajo, los ancianos del pueblo habrían organizado la "ceremonia de la vergüenza"  conocida en hebreo como kezazah, que consistía en tomar un cántaro de arcilla y lanzarlo contra el suelo delante de él, simbolizando que rompían los lazos del joven con la comunidad y que ya no era bienvenido. Por eso su padre corrió y se adelantó a su encuentro. Con ese gesto estaba diciendo: 'Tengo que ir a mi hijo con gracia antes de que vayan a él con la ley. Tengo que darle esperanza antes de que se la arrebaten. Tengo preparada otra clase de ceremonia: una fiesta de bienvenida para celebrar su restauración'. Lo que hizo entonces el padre por su hijo pródigo lo hará hoy Dios por ti, pero si vuelves a Él.

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