El evangelista Marcos nos relata; "Le presentaban niños para que los tocara, pero los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó y les dijo. Dejad a los niños venir a mi...Y tomándolos en los brazos, ponía las manos sobre ellos y los bendecía.
Notemos tres cosas: Primera. Jesús siempre tuvo tiempo para los niños, aún en medio de su ajetreada vida. A la edad de cinco años, un niño ya ha aprendido el 75 por ciento de lo que le va a servir en la vida
y para cuando tiene 18 su forma de pensar ya está totalmente moldeada. Aunque no tengas hijos, procura ser un ejemplo para cualquier niño que se te cruce en el camino. Y bendícelos, como hacía Jesús. Segunda, Jesús admiraba a los niños por su capacidad de confiar. Nosotros los adultos, sabemos mucho pero creemos en muy poco. Complicamos la fe y la filtramos a través de nuestro intelecto o de nuestras experiencias. La racionalizamos y decimos cosas como: 'Si, ya sé que Dios prometió eso. pero...'Jesús dijo:....El que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él" Tercera, Jesús amaba y animaba a los niños: "....Y tomándolos en los brazos, ponía las manos sobre ellos y los bendecía"
¡Seguro que esos niños nunca olvidaron esa experiencia! Piensa en algún momento en el que Dios te levantó, te tomó en los brazos, puso su mano sobre tí y te bendijo. ¡Qué legado tan fantástico! En este mundo tan ajetreado, si de verdad te has propuesto parecerte más a Jesús, debes aprender a amar a los niños.
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