jueves, 13 de agosto de 2020

Si alguien tropieza, ayúdale (1)

                                             ·El apóstol Pablo escribe: "...Si alguno es sorprendido en alguna falta; vosotros que sois espirituales, restauradlo  con espíritu de mansedumbre". Resaltemos la palabra "sorprendido", Muchos de los que caímos pensamos en algún momento. 'Eso nunca me pasaría a mí'. Pero lo cierto es que nos pasó; cedimos ante el diablo en un momento de debilidad. Cuando sucede eso a un miembro de la familia de Dios, tenemos la responsabilidad de restaurarlo, sea cual sea el pecado. En este versículo la palabra "restaurar" tiene connotaciones médicas y evoca la imagen de un médico colocando un hueso roto del brazo o de la pierna.
                                                Para restaurar a alguien según las Escrituras, debemos de ayudarle de varias formas. Primero, ayudarle a reconocer su pecado. Después de la aventura amorosa de Betsabé, David oró: "...He pecado,he hecho lo malo delante de tus ojos..." Segundo, ayudarle a que se haga cargo de su pecado. Aunque otra persona haya contribuido al mismo aún así tendremos que dar cuenta a Dios.
Tercero, ayudarle a que se arrepienta. Para arrepentirse tiene que haber un remordimiento sincero, que haga que la persona dé la espalda al pecado y camine en dirección opuesta. Cuarto, ayudarle a que restituya. Por ejemplo si alguien ha ofendido a otro, tiene que ponerse a cuenta con él en cuanto sea posible. Esa experiencia le servirá para crecer y fortalecerse. Dios nos enseña mediante los errores y las enseñanzas aprendidas nos evitan situaciones similares en el futuro. Por último, ayudarle a responder a la corrección de Dios con gratitud. Por supuesto que no es fácil, pero cuando la persona capta el `propósito de Dios en la disciplina: que "partícipemos de su santidad", da gracias a su padre celestial por su correción amorosa. Y esta les protegerá de cualquier raíz de amargura que surja como consecuencia del pecado.

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