sábado, 20 de enero de 2024

Tu ángulo muerto (1)

                     Hay partes de ti que nunca verás sin la ayuda de Dios. Por un lado te conoces a ti mismo mejor que nadie. Solo tú tienes acceso a tus más íntimos pensamientos, sentimientos y juicios. Pero por otro, te conoces a ti mismo pero que nadie. ¿Por qué? Porque racionalizamos, justificamos, minimizamos, olvidamos y  embellecemos nuestro comportamiento, sin ni siquiera darnos cuenta. No solemos ser objetivos e inclinamos la balanza a nuestro favor. Reclamamos demasiado nuestros méritos y no queremos aceptar nuestra culpa. Prestamos atención a los expertos que están de acuerdo con nuestras opiniones, mientras que ignoramos o desacreditamos cualquier prueba que indique lo contrario. Nuestros recuerdos no reflejan la realidad exacta de las cosas y siempre favorecen a nuestro ego.

                     El libro Egonomía cita una encuesta en la que el 83 por ciento de los encuestados se creía capaz de tomar buenas decisiones , pero solamente el 27 por ciento consideraba que sus colegas eran capaces de tomar buenas decisiones. Nos sorprende sobremanera cuando alguien ve lo profundo de nuestra alma, más allá de las apariencias. No es que la persona sea un genio por descubrirlo, es que nos encontramos en el lugar donde estás nuestro ángulo muerto (el punto ciego del retrovisor donde no se ve todo el panorama por detrás), y sin la obra del Espíritu Santo en nosotros la mayoría de las veces no conseguimos ver nuestro pecado. El salmista escribió: "¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor mis faltas ocultas! Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo te domine. Así seré un hombre sin tacha; estaré libre de gran pecado. Sean aceptables a tus ojos mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, refugio y libertador mío". Esa es la oración que deberías repetir, día tras día.

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