Los arrebatos de enojo son destructivos en toda relación humana, especialmente en el hogar. Los niños son los más vulnerables al enojo de los padres e imitan el comportamiento de estos. Conformamos el porvenir de nuestros hijos con nuestras palabras, comportamientos y actitudes, y si crecen en un hogar que constantemente está a "mucho volumen", reaccionarán en consecuencia. Tus actos estarán educando a tu hijo para que sea un histérico y violento. Pronto todos estarán exagerando, tendrán arranques de cólera y se atacarán entre ellos. Cuando tienes una rabieta, estará exteriorizando una necesidad egoísta de lograr lo que quieres, cuando quieres y como quieres. Por favor por amor a tu familia, empieza a comportarte como adulto; ejerce dominio propio, "Imitad a quienes por su fe y paciencia heredaran las promesas". Fíjate bien, debes tener fe y paciencia.
Quizás no seas capaz de controlar lo que sucede en la vida , pero si puedes controlar tu comportamiento ante ello. Ya se trate del enfado que traiga un padre del trabajo o del enfado que tenga una mujer contra su marido, esto puede acarrear una maldición. Simeón y Leví albergaron gran enojo en sus corazones , hasta el punto que se convirtieron en asesinos implacables y vengativos. Por ello, le sobrevino una maldición y el enojo fue transmitido de generación en generación. Debes romper la maldición resistiendo la tentación de dejar que el enojo te dicte como comportarte. En palabras de Santiago: "Mis queridos hermanos, tened presente esto: Todos debéis estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojaros; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere".
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