viernes, 7 de febrero de 2014

La parábola del hijo pródigo

                                                         A veces tienes que tocar fondo para entender quién es Dios y lo que puede hacer por ti. Cuando el hijo menor acabó en una pocilga, "volvió en sí" y la siguiente decisión que tomó fue crucial: "...Iré a mi padre, y le diré: padre, he pecado..." Cuando lo hizo su padre le volvió a otorgar el lugar que le correspondía. Pero el hermano mayor también necesitaba el perdón del padre. ¿Cuál era su pecado? La envidia y la crítica. "...Cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo". Él ascendía posiciones a base de pisar al otro hermano. Trató de ganarse el amor del padre haciendo méritos. El problema era que ya tenía el amor del padre - aunque él no lo supiera - y por eso seguía intentando "demostrar" quién era.
                                                            ¿Estás haciendo lo mismo? Como hijo redimido por Dios ya has sido aceptado, justificado y vestido con justicia. Hoy tu Padre celestial te dice: " ...Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas". Ambos hijos pecaron de forma diferente, pero la solución para ambos era la misma: ser restaurados para estar en compañía del Padre. Date cuenta de que Dios no sólo sabe lo que es "bueno" para ti, sino lo que es perfecto, y te lo dará cuando estés en el lugar correcto y comiences a obrar como conviene.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario