lunes, 3 de febrero de 2014

Tenemos un aparato muy sensible...

                                                         ¿Sabías que la mayoría de los accidentes de aviones pequeños no se deben a fallos mecánicos sino a errores de piloto? En la mayor parte de los casos el piloto no estaba cualificado para volar por instrumentos, así que dependía de dos cosas que pueden fallar: 1) La vista. Mientras los pilotos pueden ver carreteras, puentes y puntos de referencia, vuelan con seguridad, pero cuando viene una tormenta  o los envuelve la niebla, tienen problemas. 2) Los sentidos. En términos aeronáuticos, el problema se denomina "vértigo". Si le vendas los ojos a alguien, lo sientas en una silla giratoria y le das unas cuantas vueltas y luego paras la silla y le preguntas en qué dirección está girando, no te lo podría decir con seguridad.
                                                             Tenemos un aparato muy sensible en nuestro cerebro que funciona como un nivel de carpintero. La fuerza centrífuga envía la burbuja a un extremo del nivel. Cuando ya no puede ir más allá, empieza a volver, aunque la persona siga dando vueltas en el mismo sentido. Por eso la persona tiene la sensación de parar y comenzar a girar en el sentido contrario, aunque no es más que una sensación. Si no tuviera los ojos vendados y pudiera ver, no haría caso a esas sensaciones ni tendría ninguna dificultad en saber en qué dirección va. Se necesitan muchas horas de entrenamiento en simulacros de tormentas para desarrollar la habilidad de volar con certeza en la dirección que te indica el panel de control del avión sin hacer caso al vértigo que sientas.
                                                             Recuerda lo siguiente: Como hijo de Dios no debes dejarte llevar por la vista ni por los sentidos, sino únicamente por las Escrituras.     

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