En la anterior meditación hablábamos de los hijos dóciles y los rebeldes. Todo padre o madre de dos hijos o más probablemente haya sido bendecido con al menos uno de cada. Cuando un niño es como dinamita y el otro todo dulzura, el amable y cooperativo puede fácilmente no ser tenido en cuenta. Si hay una labor desagradable por hacer se espera que él la haga porque los padres no tienen energías para enfrentarse a la "fiera". Cuando es necesario que uno de los dos niños sacrifique algo o ceda, siempre se tiende a elegir al que no va a protestar tanto. En esas circunstancias el hijo dócil se lleva la peor parte y las con secuencias de tal injusticia son evidentes.
Con el tiempo el hijo responsable se enoja. Acumula un sentir de impotencia y resentimiento que le hierve por dentro. Se parece al hermano mayor del Hijo Pródigo. Este no se rebeló contra su padre pero se molestó mucho con la atención dada al hermano irresponsable. Eso es normal con estos niños. Debes intentar equilibrar la balanza cuando tratas con el hijo dócil. Asegúrate de que recibe la atención que le corresponde. Ayúdalo a buscar formas de enfrentarse a su hermano autoritario. Y en lo que sea posible dale el derecho de tomar sus propias decisiones. La educación de los hijos nunca es tarea sencilla; hasta los niños más "fáciles" demandan todos nuestros esfuerzos y la sabiduría de Dios, la cual puedes recibir: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada".
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