La Biblia dice: "Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios.....sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían ....se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron". La alabanza abre puertas y rompe cadenas. Siempre que alabes a Dios aun a pesar de las circunstancias, las fuerzas del los cielos vendrán a tu socorro. Dirás 'Pero a veces no me apetece alabar a Dios'. El salmista escribió: "Bendeciré al Señor en todo tiempo". A veces, la alabanza es una respuesta emocional a la bondad de Dios y otras es un acto de voluntad. Cualquiera puede alabar a Dios cuando la vida le sonríe; pero si tienes que sobreponerte a tus sentimientos y tus circunstancias, ahí radica la verdadera alabanza.
La batalla de Jericó nos enseña que a veces es preciso alabar a Dios a gritos cuando: 1) Tienes un muro delante de ti. 2) Da la sensación que no haces más que dar vueltas. 3) Parece que las circunstancias se están riendo de ti. 4) Tu mente racional piensa: 'Este plan no tiene ningún sentido' 5) Es lo último que te apetece hacer. Al alabar a Dios a pesar de todo, descubres la verdad escondida en las palabras de Nehemías: "El gozo del Señor es vuestra fuerza" ese gozo que procede de saber que Él está contigo y que ha ido delante de ti para disponer las cosas a tu favor. Vivir dominado por las circunstancias y por las emociones es como estar en una montaña rusa. Pero si miras al Señor de tus circunstancias y Lo alabas, tu debilidad se trasforma en fortaleza.
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