Creemos que si tenemos la suficiente fuerza de voluntad podemos vencer cualquier tentación que se nos presente; y a veces funciona. El problema está en que la fuerza de voluntad es tu mejor aliada cuando las cosas van bien, pero es la primera en esfumarse si te quedas sin fuerzas. Cuando no quieras hacer algo, tu mente carnal te alegará mil y una razones para convencerte de no hacerlo. Tus emociones se sumaran y dirán: 'Estamos de acuerdo, porque no nos apetece hacerlo'. A tu mente, voluntad y emociones les encantaría dictar el rumbo de tu vida, pero la Biblia dice que debes ser guiado por el Espíritu de Dios. "Andad en el espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne".
Para vivir una vida de triunfo es necesario tener disciplina y fuerza de voluntad, pero esta última no basta por sí sola. La determinación quizá la ponga en marcha y te mantenga en movimiento un tiempo, pero nunca logrará llevarte a cruzar la línea de meta. "No con ejército, ni con la fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor". ¿Qué ocurre cuando en lugar de recurrir primero a la fuerza de voluntad, acudes a Dios? Que Él derrama Su poder en ella y la llena de energía para conducirte a la meta. Así el mérito de tu éxito no se lo lleva la fuerza de voluntad sino Dios. Por eso dijo Jesús: "Separados de mi, nada podéis hacer" Esta es una de las lecciones más importantes y difíciles de aprender si quieres disfrutar de la vida que Jesús ganó para ti. Con su muerte.
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