lunes, 12 de febrero de 2018

Echando raíces profundas

                                                       Alguien escribió: De niño, tenía un vecino mayor de edad que se llamaba Dr.Gibbs. Cuando no estaba salvando vidas, se dedicaba a plantar árboles. El buen doctor tenía algunas teorías muy interesantes con respecto a la agricultura. Procedía de haber estudiado y había pasado por la Escuela de Horticultura, de esa que dice que no hay 'progreso sin dolor', y nunca regaba los árboles nuevos. Decía que regar/irrigar las plantas era estropearlas y que si las riegas las sucesivas generaciones crecerán más débiles. Por lo que debes ponerles las cosas difíciles y arrancar a tiempo/ en seguida los que no hayan crecido. Decía que si regaba los árboles, las raíces tendrían poca profundidad, mientras que si no se regaban, las raíces tendrían que profundizarse para buscar la humedad. Plantaba un roble y en vez de regarlo, todas las mañanas  lo golpeaba con un periódico enrollado: ¡Pim! ¡Pam! ¡Pum!. Decía que eso hacía que le hicieran caso.
                                                           Un par de años después que yo me fuera de casa, el Dr. Gibbs se fue a la gloria. De vez en cuando suelo pasear por delante de su casa, y contemplo aquellos árboles que él plantó hace ya veinticinco años. Son duros como piedras, grandes y robustos. Cada mañana "se despiertan", 'se golpean el pecho' y 'se toman su café expreso'. Hace unos años planté un par de árboles. Los regué durante todo el verano, los fumigué e incluso oré por ellos. Tres años de mimos dieron como resultado unos árboles totalmente pendientes de mis cuidados. En cuanto sopla un aire frío, 'empiezan a temblar'; son árboles enclenques. Curioso, lo de los árboles del Dr. Gibbs, ¿verdad?. Parece ser que la adversidad precisamente los benefició mucho más que lo que a través del confort y la comodidad nunca hubieran conseguido.      

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