lunes, 12 de noviembre de 2018

La plenitud del amor de Dios

                                                   A George Matheson le pronosticó el médico que se quedaría ciego. A pesar de este impedimento, siguió con sus estudios y se graduó en la Universidad de Glasgow en 1861 a los 19 años. Para cuando concluyó su formación teológica, ya había perdido la vista. Por si fuera poco su prometida le devolvió el anillo de compromiso con una nota que decía: "no puedo pasar toda mi vida atada a las cadenas de un matrimonio con un ciego" Matheson nunca se casó y su corazón nunca se recuperó del todo de ese dolor. Llegó a ser un ministro del evangelio lleno de fuerza y poesía, tuvo una vida realizada e inspiradora, aunque de vez en cuando resurgía el dolor de la soledad, como ocurrió con ocasión de la boda de  su hermana. La ceremonia le trajo recuerdos del amor que había perdido. Decidió entonces acudir al maravilloso amor de Dios para pedir consuelo; ese día 6 de junio de 1882, escribió las palabras de un conocido himno, que dice." Oh amor que no me dejará ir, mi alma fatigada descansa en tí; te devuelvo la vida que a tí te debo. Que en las profundidades de tu océano, más rica, más llena, pueda fluir".
                                                    Considera también el amor perseverante del profeta Oseas por su esposa Gomer. Yendo de amante en amante, ésta arruinó su vida. Indigente y acabada, fué puesta a la venta en un mercado de esclavos. ¿Adivina quien pujó para comprarla? Oseas, quién nunca se había quitado del dedo  su alianza. Dios usa esa historia para ejemplificar su amor inquebrantable por nosotros. Le dijo a Oseas: "Ve y ama a esa mujer...(como) ama el Señor a los hijos de Israel..." Dios te ama con un amor increíble. No puedes ganarlo por ser buena persona ni perderlo por ser un perdido. Pero si puedes ser ciego  y resistirte ante el mismo. ¡No lo hagas!.

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