jueves, 1 de noviembre de 2018

El quebrantamiento (3)

                                                   A veces Dios deja que toquemos fondo, para que nos demos cuenta de que Él es la roca que está en el fondo. Gedeón se iba a enfrentar a un ejército de 135.000 soldados con sólo 32.000 hombres. Y de ésos 22.000 dejaron el campo de batalla y se volvieron a casa cuando se les dió la oportunidad. Hagamos números. Gedeón tuvo que pensar: ¡Es imposible que ganemos! Pero luego Dios explica los siguiente: "...Hay mucha gente contigo para que yo entregue a los madianitas en tus manos, pues Israel puede jactarse contra mí, diciendo, diciendo: Mi mano me ha salvado". Aquí esta otra vez, esa batalla de todos los tiempos contra el ego, al que nos enfrentamos a diario. La oración del Padrenuestro acaba así: "...Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, para siempre jamás. Amén". ¿De donde procede nuestro poder? ¡De Dios! ¿A quién debemos dar la gloria de todos nuestros logros?
¡A Dios! ¿Durante cuanto tiempo va a ser así? ¡Para siempre jamás!.
                                                       Dios tuvo que quebrar la autosuficiencia de Jacob para que pudiera salir el "Israel" que llevaba dentro. A veces Dios tiene que derribarte para poder levantarte. Moisés fué llamado el hombre más manso de la tierra. Pero tuvo que pasar cuarenta años de su vida como pastor en el desierto para desintoxicarse de todo orgullo y someterse a Dios. Sólo entonces estaba listo para ponerse delante del faraón y realizar milagros que demostraron el poder de Dios- y que reivindicaron a Moisés. El quebrantamiento no quiere decir ser un debilucho que sufre de complejo de inferioridad o de baja autoestima. El verdadero  quebrantamiento significa orar así: 'Señor, si se va a hacer esta tarea, y se va a hacer bien, Tú tendrás que hacerla por medio de mí. Pongo mi confianza en Tí.'  

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