lunes, 25 de mayo de 2020

Casados y felices (4)

                                                 La felicidad matrimonial tiene cabida en un ambiente libre de egoismos en el que dos personas deciden vivir lo que Jesús enseñó en el Sermón del Monte. Cada una de las Bienaventuranzas( las cuales tienen que ver con nuestras actitudes) comienza con la palabra "bienaventurado", es decir "bendecido". La verdadera felicidad, pues, según las Bienaventuranzas, se encuentra en la humildad, en la disposición a arrepentirse, en la amabilidad, en la paciencia, en la sencillez y el vivir sin pretensiones, en el desear lo que es correcto y justo, en la limpieza de corazón  y en el querer hacer la paz. Estas son las cualidades que harán que un matrimonio dure y son el polo opuesto del egoísmo.
Un ego que no ha sido crucificado es el peor ingrediente de un matrimonio. El anillo de casados representa el compromiso duradero, pero a menos que haya sido sellado en la cruz--el auténtico símbolo de muerte a la vida egoísta--no podrá haber felicidad matrimonial.
                                                     El egoísmo acabará con el amor, el amor dará al traste con el egoísmo. El matrimonio es la mejor invitación  a crecer con desprendimiento. Vivir con otro ser imperfecto nos lima y nos ayuda a perfeccionarnos en el arte de negarnos a nosotros mismos con el fin de mejorar la relación. Pablo escribe: "Amaos los unos a los otros  con verdadero amor fraternal, y que cada cual tenga a los demás  como más dignos de alabanza". La verdadera prueba de una relación de amor está en si somos capaces de anteponer las necesidades de nuestro cónyuge a las nuestras. Al preguntarte: '¿Qué estoy buscando en esta situación, mi bien o el de mi cónyuge?' te darás cuenta de la verdadera actitud de tu corazón y eso te permitirá anteponer los intereses de tu cónyuge a los tuyos. Cuando decidimos no ceder a nuestros deseos, estamos aplicando la enseñanza de la cruz  y muriendo a nosotros mismos, y al hacerlo mejorará nuestro matrimonio. Cuanto más muera nuestro ego, más viva estará nuestra relación. Para que un grano de trigo produzca muchos otros en la espiga, primero tiene que caer en tierra y morir. Si no muere, siempre será un único grano de trigo.   

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